Entrevista a t. t.

José Oliver

 

_ Destejer el arco iris es en realidad un proceso en el que se revela un misterio, el de la luz. Propone una teoría y para presentarla se sirve de la animación, la pintura, la escultura y la fotografía. ¿Cada medio tiene una misión en esta serie?

El comienzo de este proyecto coincide con la lectura del libro de Richard Dawkins cuyo título, Destejiendo el arco iris, da nombre a esta serie.

“Los misterios no pierden su poesía cuando se resuelven, bien al contrario; la solución es muchas veces mas hermosa que el enigma.” (R. D.)

“[…] lejos de haber un arco iris arraigado en un «lugar» determinado en el que las hadas pueden depositar un caldero de oro, hay tantos arco iris como ojos contemplan una tormenta...” (R. D.)

Keats creía que Newton había destruido toda la poesía del arco iris al reducirlo a los colores prismáticos. Dawkins intenta demostrar que no podía estar más equivocado, ya que la ciencia es, o debería ser, una fuente principal de inspiración poética.

La idea inicial era trabajar en una serie sobre la luz, e intuía que la tesis del científico y el ejemplo del arco iris coincidían con alguno de mis pensamientos sobre el arte. El artista de alguna manera hace visible lo que no se ve, encuentra en su proceso todo un mundo que no es fácil observar pero que está ahí, funciona como prisma. En el estudio construía esculturas, la idea era transformarlas en seres de luz con ayuda de otros medios como la pintura, la fotografía y la animación 3D. Jugaba con dos grupos de objetos, ambos con posibilidad de encenderse: velas y bombillas. Comencé ensamblando velas; su olor, su facilidad para modificarlas, su translucidez, me embriagó. Y en vez de resolver un ser de cera acabé por crear más de ocho. Al tiempo de resolverlas formalmente les daba nombre y esto llevaba implícito atribuirles ciertas características: Conejo, Perro, Gato, Alquimista, Sol recién nacido, Candela, Lux, Sereno de las estrellas y Hermeneuta. Candela y Lux son los enamorados, son unidades de la luz. Alquimista se transforma en lo que imagina. Hermeneuta es el guardián del umbral. Sin embargo, con las bombillas solo pude crear un ser al que llame La preñada, personaje que daría luz. Era la primera vez que trabajando con esculturas pensaba en su posibilidad de movimiento. Una vez terminadas, las elaboraba en el 3D informático y las ponía a andar. En el ordenador, siete conejos de colores daban vueltas sobre una chistera hasta convertirse en el conejo blanco de la magia. Y otra coincidencia: la lectura de El ojo de Newton de Menchu Gutiérrez. En un parque, siete palomas de colores giran hasta convertirse en una paloma blanca. Lo tomé como una extraordinaria señal. Atravesaba un momento del proceso donde los seres empezaban a tener forma, movimiento e incluso nombre propio, pero no sabía realmente qué pasaría con ellos. La pista para continuar la encontré en cómo había organizado los archivos 3D para cada una de las esculturas en el ordenador. Sin pensarlo demasiado había creado dos carpetas, tituladas el conejo y los otros. En la pantalla del ordenador, la silueta del sombrero coincidía con un ojo de cerradura. Y en ese momento comenzó todo, y vi claro: el conejo blanco, al introducirse a través de un ojo de cerradura a modo de chistera de mago, se descompondría, como lo hace la luz a través del prisma, en siete conejos de colores. Los protagonistas (los otros) se transformarían de ser de luz en conejo de color a lo largo de un viaje a través de un laberinto metafórico.

Según he ido avanzando en la serie, las características propias de cada medio han ido otorgando un modo diferente de vida a los personajes. La escultura, al ser resultado del collage de objetos encontrados con posibilidad de encenderse, conceptualmente contiene vida y muerte. Y lo más importante, las esculturas serán los cuerpos que harán posible que esta aventura a través de los restantes medios sea posible. Con la fotografía transformo las esculturas en seres de luz sin necesidad de prenderles la mecha. La iluminación desde el interior de la peana destaca la translucidez de la cera, caracterizando la materia, contribuyendo a que las esculturas puedan ser de luz. La fina línea, el horizonte roto, en el que se apoyan, nos indica que son seres que no vuelan pero son leves, casi no pesan. La pintura ofrece la posibilidad de condensar distintos momentos de la acción en un mismo plano, recurriendo a la superposición y la transparencia. Conejos pintados sin pintar, como corresponde a la magia: Nada por aquí, nada por allá. La imagen pintada me permite insistir de una manera más real sobre la invisibilidad. En cada uno de los catorce cuadros con una sola imagen nos aproximamos al ser de luz y al conejo (que está y no está). Con la animación 3D consigo manipular el tiempo, hacer coincidir la salida del conejo blanco del sombrero con el momento donde no se sabe dónde está el conejo. Es el tiempo donde se desteje en siete conejos de colores, es el recorrido de los siete personajes a través del laberinto. Su recreación virtual me permite que las llamas no prendan sus cuerpos hasta el centro del laberinto donde se celebra la velada.

 

_ Centrémonos en la película o animación en 3D, que es como prefiere llamarla. El inicio y el final son una escena en la que siete conejos dan vueltas anunciando que entramos en una dimensión personal de tiempo. ¿Es esta una estrategia para introducirnos en un espacio mágico donde suceden hechos extraordinarios?

En todo caso es una estrategia de la intuición. También creo que es importante sentir el misterio mientras se está creando, para que de alguna manera ese misterio esté contenido, vivido en la obra. Se podrían leer tres líneas de tiempo aunque toda la historia corresponde a un único momento. En una de ellas, el conejo blanco saldría de la chistera. Otra correspondería al tiempo donde no se sabe dónde está el conejo, representada por el recorrido de los siete conejos de colores o siete seres de luz a través del laberinto. Y la tercera correspondería a la última escena, el centro del laberinto. Es en la velada donde los seres digitales vuelven a recuperar ciertas propiedades físicas de las esculturas y se derriten mientras La preñada da luz.

El conejo blanco y los siete conejos de colores son la misma cosa, luz. Es la chistera_el prisma_el ojo de cerradura (ojo del artista) el que nos permite manipular el tiempo. La mirada poética nos permite acercarnos a un tiempo distinto, a otra realidad. Al final del tramo violeta que corresponde a hermeneuta, se anuncia que el conejo va a salir del sombrero, que el recorrido de los siete conejos de colores a través del laberinto va a finalizar. Y que nos encontramos en el umbral de la velada, en un túnel del tiempo que es la cortina del teatro. El tiempo que el espectador necesita para poder vivir una obra es clave, la animación como mínimo lo retiene el tiempo de su duración. Los artistas plásticos nos encontramos precisamente con ese problema. Ha sido impresionante ver como algunos de los espectadores que vieron La casa por el tejado se emocionaban visiblemente a lo largo de sus veinte minutos de animación. Espero que en esta ocasión el espectador pueda mirar al otro lado del ojo de cerradura y entrar aunque solo sea durante trece minutos en la chistera de la magia.

 

_ Entre esta serie y la de 2001, Pión entra en el juego, existen ciertos paralelismos. Se trata de dos viajes en los que un personaje desata un trágico final, Espantapájaros, la serie que presentó en 2001, y en esta ocasión La preñada. ¿Sería el juego de la vida y la muerte una constante en su obra?

Parece que necesito representar la muerte de mis esculturas para sentir que he sido capaz realmente de darles vida. Tanto Espantapájaros como La preñada simbolizan la muerte para los siete personajes protagonistas. En cada serie sucede de una manera, los siete pájaros, al ser espantados, resucitan en un objeto u órgano que construye el Espantapájaros. En Destejer el arco iris es La preñada la que, al alumbrar, hace que los siete personajes de cera se deshagan. El arco iris de conejos desaparece, vuelve a tejerse la luz blanca, el conejo blanco sale del sombrero. Pero tienes razón en los dos casos, la muerte como transformación, como creación.

 

 _ En un juego donde los colores básicos del arco iris y los números son elementos configuradores, nos plantea un desdoblamiento de personalidades. ¿Es un pretexto para hablar sobre la complejidad del ser humano?

No creo, se trata más bien de la complejidad de la creación. Realmente siempre doy vueltas a lo mismo. Ten en cuenta que la imaginación trabaja con parámetros algo extraños. En ocasiones es abrumadora, desdobla una idea muy sencilla en un mundo muy complejo. Fíjate en qué se ha convertido un conejo saliendo de la chistera. Es lo que te decía que me apasiona de la creación, su proceso. Todo se transforma, solo hace falta tener una mirada muy atenta y la imaginación dispuesta a jugar (ojo de cerradura).

El hecho de trabajar con series creo que se debe en parte a mi dispersión, necesito crear o valerme de ciertas estructuras, sean conceptuales, los niveles en un juego, los números o en este caso los colores del arco iris para poder seguir imaginando. Para crear un mundo donde las esculturas pudieran respirar he ido recorriendo varios medios, la pintura, la fotografía y la animación. Y ha ocurrido de manera tan inesperada como escalonada. El paso de la escultura a la pintura se realiza en varias exposiciones consecutivas: Los ojos del ángel (1995), Cabezas (1998) y Flor (1999), pero es con Pión entra en el juego (2001) donde se realiza de manera más precisa. Las siete esculturas, los siete pájaros, para ser reales, para volar necesitan de la pintura. La gravedad, la peana impide el vuelo de los siete pájaros-escultura. Y es en la pintura, mediante un juego de encuentros (combinatoria) donde los pájaros emprenden vuelo. La incorporación de la fotografía y la animación 3D la realicé en La casa por el tejado (2004). En esta ocasión es la búsqueda de la imagen a pintar la que genera una multitud de imágenes que parecen tener vida propia. El proceso hasta llegar a la pintura se convierte en animación. La transformación de la escultura-personaje va generando la secuencia de la película. La narración es el proceso. Según van desarrollándose las escenas cambian de nombre: Lluvia, Mar y Nube. En Destejer el arco iris cada medio se independiza. Con cada uno de ellos he intentado resolver cómo dar distintas formas de vida a la escultura. Mis juegos podrían ser el pretexto para hablar sobre la complejidad de la escultura, un intento por otra parte muy primitivo de querer animar o encontrar el alma en las cosas.

 

FUENTE: CATÁLOGO DESTEJER EL ARCO IRIS

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